COSTOS DE UNA GUERRA ESTERIL
María Inés Baquero es
una de las tantas personas que en Colombia realizan un trabajo serio y
concienzudo por la paz. Al hablar con esta especialista, se puede avizorar cuán
extenso y complejo es el conflicto armado colombiano y cuáles la multitud de aspectos
y situaciones que surgen de él.
La doctora Baquero ha
trabajado con los procesos de víctimas como el de la masacre de Bojayá, en
2002, y en la actualidad desarrolla un trabajo de recopilación de experiencias
del conflicto en el departamento de Cundinamarca, con una visión hacia la
problemática de los niños, niñas y adolescentes.
¿Cómo es el trabajo que
adelanta para la gobernación de Cundinamarca?
Mi trabajo es más
integral y no tiene tanto que ver con el tema del conflicto armado sino con
otros conflictos. Vengo desempeñándome como investigadora sobre el tema del
conflicto, y básicamente a partir de las narraciones de maestros, a partir del
cuidado de niños y niñas en las zonas de guerra del conflicto armado. Este
trabajo tiene varias connotaciones, en primer lugar narrativas, porque lo que
busco es reconocer las voces de los colectivos que han estado invisibles, como
las mujeres, los indígenas, las personas con discapacidad, y la tarea a la que
me he dado es a trabajar con este colectivo de maestras y que han tomado la
decisión de volver, de retornar a sus territorios, y que cuentan qué significa
educar en una zona de guerra, qué significa cuidar a su niñas, y es
sorprendente lo doloroso que es para esas personas llegar a su hora de clase y
ver que no hay el mismo número de niños porque a uno u otro se lo llevaron los
grupos irregulares.
En este momento estoy
trabajando en la zona nororiental del departamento de Cundinamarca, la zona de
Guaduas, Caparrapí, La Paula, Yacopí, donde hay una problemática con la
presencia paramilitar, del frente 22 de las Farc, y de las Erpac, pero se habla
de una problemática muy profunda.
Colombia acaba de ser
incluida en el listado de Naciones Unidas como uno de los países en los que se
cometen graves violaciones contra los niños en el marco del conflicto, sobre
todo las que tienen que ver con delitos sexuales. Contraste
Lo que ocurre en las
zonas de conflicto con los menores es que casi que la forma más natural de
relacionarse con el mundo está atravesada por el conflicto, a partir de lo que
es aceptar. Diría no menores, sino niños, niñas y adolescentes, porque la
categoría menores implica una situación de inferior o considerada incapaz,
mientras que niños, niñas y adolescentes, como sujetos de derecho y como está
reconocido en la Convención Internacional de los Derechos del Niño.
Entonces, tenemos una
serie de denuncias al naturalizar una manera de relacionarme haciéndole daño al
otro,
dejándole marcas, y haciéndolo costumbre y llegando en una transformación de cómo nos relacionamos. Me sorprende como las maestras dicen que los juegos en los recreos de los niños y los jóvenes es convertirse en paramilitares y guerrilleros, y eso duele.
En ese escenario,
¿cuáles son las posibilidades que usted ve a un proceso de reparación y, en
definitiva, de perdón, de verdadera paz?
Hay varias cosas, este
es un proceso se requiere un que reflexionemos en estas maneras de
relacionamiento y que las podamos transformar, sólo de esta manera podemos
construir una ciudadanía para nuestros niños, niñas y adolescentes sustentada
en el respeto que nos merecemos como humanidad, entonces ahí viene un trabajo
fuerte, pero creo que hoy las escuelas, sobre todo las que están confrontadas
con la tierra, están siendo acompañadas para superar la etapa de maestros y
maestros intimidados, dueños de un miedo profundo al perpetrador, que está ahí.
La visibilización de
estos temas en Colombia se hace, en gran medida, gracias a esfuerzos distintos,
de diversos estamentos, desde la academia, desde entidades sociales, ¿no se
encuentran de alguna manera dispersos, o mejor, no pierden su impacto al no
estar unificados?
Cuando un problema como
este lleva cincuenta años, está tan arraigado, en donde el siglo pasado inició
con conflicto y se finalizó con conflicto, con las sucesivas violencias de las
distintas épocas, existe en Colombia una problemática estructural, que está
arraigada en la cultura, y en donde incluso la información está tergiversada, o
como en el caso de los paramilitares, que se fueron para Estado Unidos diciendo
una parte solamente.
¿Falló en ese sentido el
proceso de Justicia y Paz?
Yo creo que ellos tienen
que decir mucho, porque fueron los perpetradores e hicieron mucho daño y toda
la verdad no se ha recuperado. Tiene que haber una responsabilidad de su parte.
¿Y en cuanto al Estado?
Tiene que haber, por
supuesto una responsabilidad para el Estado. Pero también hay responsabilidad
de la sociedad civil, que mira de lejos el tema y creo que desde la sociedad y
desde la esfera pública debe hacerse una reflexión de lo que no debe volver a
pasar.
¿No cree que en las
ciudades de Colombia haya una falta de conciencia acerca de que vivimos en un
conflicto armado?
Absolutamente, hay una
ausencia absoluta de toda. Creo que hay que limpiar los ríos y los campos,
porque hay mucho dolor allí.0
¿Qué se va a solucionar
en un eventual acuerdo de paz con las Farc?
Este es un proceso, que
así como es estructural necesita mucho tiempo para reparar el daño, porque qué
podemos de una persona que desde su infancia, a los 8 o 9 años, su trabajo era
limpiar y mantener el armamento, esa fue su escuela.
¿Cómo evalúa la
presencia del Estado en los lugares donde es más profundo el conflicto? Sin
hablar de Fuerza Pública, claro.
Aquí tenemos que tener
claro, en primer lugar, la responsabilidad del Gobierno Nacional con la Ley
1498, que reconoció en el 2011 todo lo que tiene que ver con el reconocimiento
a las víctimas, pero la responsabilidad del estado hace también alusión a otras
instancias, todo lo que tiene que ver con la Justicia, el tema de las
detenciones, todo lo que tiene que reglamentar el Congreso de la república, el
andamiaje central, la responsabilidad de las autoridades locales con el
conflicto armado, porque se desarrolla en los territorios y allí hay ausencia
de políticas públicas que reparen, que tengan auténtica mente una
injerencia en una educación para la paz. Condiciones sociales, de una salud
digna, de acceso a agua potable. Un estado y una sociedad decente es la que no
humilla y una humillación es que un municipio de Antioquia lleve 27 años sin
agua y la gente tenga que tomar el agua de un charco de agua sucia. Entonces la
paz tiene que hacer desde esa integración en lo social, para que las personas
se puedan desarrollar en sus capacidades y potencialidades, porque la paz no es
solamente limitarse a firmar un documento, implica en vez de armar, amar. A un
hogar, en lugar de armas, lo tienes que dotar de capacidades.
Lo peor es que nos
ufanamos de tener las mejores Fuerzas Armadas del mundo en vez de ocuparnos que
las personas tengan al máximo sus capacidades intelectuales, de relaciones,
desarrolladas. Es decir, la inversión no está en la persona sino en dotarlo de
armas.
Juan Santa Cruz
@jbsantacruz