martes, 10 de mayo de 2011







Por: Hernando Gómez Buendia


Es una cuestión semántica sino la gran disyuntiva de Colombia: ¿Qué implica la doctrina Uribe y qué implica la doctrina Santos para entender y acabar la violencia que aún nos sigue desangrando?


“Hace rato hay conflicto armado aquí en este país”, dijo el presidente Santos hace unos días. Y el twitter que sabemos reviró de inmediato: “Seguridad democrática: terroristas no reúnen elementos para status de beligerancia: ¿por qué les abren la puerta?”.
Es la continuación de una puja que a casi todo el mundo le parece “semántica” y que en realidad viene a ser la cuestión principal de Colombia: ¿A qué se debe la matazón y de qué modo podremos acabarla?

El gobierno de Uribe tuvo una tesis muy clara: En Colombia no hay una guerra civil y ni siquiera un conflicto interno; solo tenemos unos grupos terroristas, que pretenden destruir la democracia. Esa tesis fue la clave de la Seguridad Democrática y por eso pasó a ser la mayor obsesión del presidente Uribe. Los funcionarios recibieron la instrucción pública de que en ningún documento se incluyera la palabra “conflicto”; las Embajadas fueron advertidas formalmente; la palabrita se eliminó del Plan de Desarrollo y del Plan 2019-Visión Colombia; en la televisión y en los consejos comunitarios no se podía hablar sino de “terroristas” y bandidos, las ONG fueron censuradas, y hasta Semana despidió a un columnista por haber dicho dos veces que en Colombia sí había conflicto armado.

El problema con la tesis “semántica” de Uribe no es que sea falsa sino, al revés, que sea bastante cierta. Cierta pero simplista. Y en este caso concreto ese simplismo tiene consecuencias graves y nocivas sobre muchas cosas prácticas. Como la gente seria no puede andar cambiando las definiciones de las cosas y como por tercera vez este asunto “semántico” se convierte en noticia, pues por tercera vez debo escribir lo que yo entiendo que son esas cosas.

Para empezar es por supuesto cierto que la guerrilla colombiana no tiene legitimidad, ni apoyo popular, ni justificación política. Es cierto que practica el terrorismo. Y es cierto que tenemos (o más o menos) una democracia. El diagnóstico de Uribe atina en esto. De tal diagnóstico se siguen al menos tres corolarios importantes. Uno, que no hay diálogo ni hay negociación posible con la guerrilla. Dos, que estos choques armados no se rigen por el Derecho Internacional Humanitario (DIH). Y tres, que el remedio depende de acciones militares pero no de políticas sociales.

En efecto: – Terrorismo es lo que hacen grupúsculos radicales (tipo Al Qaeda o ETA) que carecen de fuerza de combate y por eso recurren a los atentados: Usan el miedo (“terror”) precisamente porque no tienen otra arma. Y la manera obvia de derrotarlos es no ceder al miedo vale decir, no dialogar ni negociar jamás con ellos.

- En cuanto hace a Colombia, la pieza central del DIH es el Protocolo II adicional a los Convenios de Ginebra, sobre “Protección de las víctimas de los conflictos armados sin carácter internacional”. Pues si aquí no hay “conflicto”, no hay para qué DIH, ni hay para qué aclarar en una Ley de Víctimas de qué es que fueron víctimas las víctimas (que es lo que Santos dijo esta semana y que causó la rabieta de Uribe).

- Usar programas sociales para dejar sin piso al enemigo implica admitir que de algún modo existe relación causal entre la lucha armada y los problemas de la gente, o sea que el “conflicto” sí tiene algún motivo.

Admito que el presidente Uribe trató de ser congruente con su diagnóstico: no subrayó el diálogo, ni lo humanitario, ni las medidas sociales frente a la guerrilla. Pero ninguna de las tres cosas estuvo ausente del todo durante su gobierno, y esto de por sí demuestra que es simplista el diagnóstico. También espero yo que cuando Santos dice que hay conflicto armado trate de ser consecuente con su diagnóstico: que explore de verdad la vía del diálogo, que de verdad respete el DIH y de verdad se aumente la inversión social.

Pero me siento un poco despistado al recordar que Santos fue el ministro-estrella de la Seguridad Democrática y que lo fue poco después de sumarse al linchamiento moral del columnista aquel que yo les digo en su columna dominical de El Tiempo. ¡Vueltas que da la vida¡

P.S. Lo del “status de beligerancia” que repite y repite don J.O. Gaviria en su columna de El Tiempo no pinta pitos ni flautas en este asunto. Cuando un gobierno quiere reconocer la beligerancia de un grupo armado de otro país, lo reconoce aunque no le guste al otro gobierno; y ningún gobierno sería además tan loco de ir a creer que las FARC puedan llegar al poder en Colombia.




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