QUINTIN LAME 1880-1967. UN INDIO QUE NO SE DOBLÓ
BIOGRAFIA.
Guerra racial MANUEL QUINTIN LAME CHANTRE nació en El Borbollón, cerca de Popayán, el 26 de octubre de 1880; murió en Ortega (Tolima) el 7 de octubre de 1967. Hijo de los paeces Mariano Lame y Dolores Chantre. En la guerra del 85, su hermana Licenia, muda, fue violada; en la de los Mil días, su hermano Feliciano fue mutilado. En 1901 fue enrolado por el ejército conservador y se casó con Benilda León, con quien tuvo a Lucinda. En 1906 murió su esposa. En 1911 se casó con Pioquinta León y comenzó un movimiento de los indígenas. En 1914 viajó a Bogotá a estudiar las cédulas reales de los resguardos y se presentó en el Congreso. En 1914 planeó un levantamiento en Cauca, Huila, Tolima y Valle para constituir una República de indígenas, pero fue arrestado. Los arrestos siguieron pero el movimiento creció hasta una verdadera guerra racial. Fue detenido, el 9 de mayo de 1917, por espacio de cuatro años. El 23 de agosto de 1921 fue liberado y se integró al movimiento en Tolima. En 1924 redactó su libro El pensamiento del indio que se educó en las selvas colombianas (1971). Su lucha por la tierra tuvo frutos en 1938, cuando se decretó la restitución de los resguardos de Ortega y Chaparral.
FOTO: - Quintín Lame detenido, rodeado por sus guardaespaldas y policías, hacia 1930.
Publicación
eltiempo.com
Sección
Lecturas fin de semana
Fecha de publicación
4 de abril de 1999
Autor
ARTURO ALAPE
La experiencia vital del indio Manuel Quintín Lame representa, como la vida de tantos otros colombianos, la imagen más exacta de lo que ha significado la exclusión social y política en el país. La criminalización en todo sentido de la visión del mundo y lucha de los de abajo. Cuestión ya escrita y oficializada en las prácticas políticas de una clase dirigente que solo ha tenido tiempo de mirarse a sí misma en el espejo para sumar minuciosamente sus ganancias. El otro o los otros nunca existieron, fueron y siguen siendo seres invisibles. Por lo tanto, el periplo humano de Quintín Lame se puede definir como el vínculo emocional histórico entre perseguido y sus perseguidores. Ese fue su signo en todos los andares por nuestra geografía, como exitoso guerrero y simplemente como un ser olvidado en vida por los suyos y por su propia historia.
El primer acto de rebeldía, Quintín Lame lo asumió contra la ignorancia. En sus memorias narra el episodio en forma sugestiva: Cuando yo le pedí a mi señor Mariano Lame me mandara a la escuela, me preguntó dos veces: Quiere escuela?, quiere escuela? Yo le contesté: Sí, señor. Entonces me entregó un machete, un hacha, una hoz, una pala, un ginche y una barra, diciéndome: Esta es la verdadera escuela del indio y se va con sus hermanos a cortar trigo y a derribar montaña Por un momento se penetró mi corazón de tristeza; pero llegó la alegría unida con el pensamiento de que debía luchar contra la orden de mi padre.Valores culturales Después vendrían las motivaciones de lo que sería su ideario, que elaboraría desde su experiencia y conocimiento y se convertirían en los temas de agitación y sus banderas de lucha, que surgen de la condición en que vivía el indígena a principios de siglo: defensa de las parcialidades y oposición militante a las leyes de división y repartición de las mismas; consolidación del cabildo indígena como centro de autoridad y base de organización; recuperación de tierras perdidas a manos de los terratenientes y desconocimiento de todos los títulos que no se basen en cédulas reales; liberación de los terrazgueros, mediante la negación a pagar terraje, o cualquier otro tributo personal; afirmación de los valores culturales indígenas, y rechazo de la discriminación racial y cultural a que son sometidos los indios colombiano, son las líneas de su sueño de hombre, son las bases sobre las cuales desarrolla una tarea infatigable de conciencia, agitación y movilización de los suyos. Eje programático de Quintín Lame, el caudillo indígena que hizo temblar los linderos de grandes latifundistas caucanos durante la década del diez, cuando decidió realizar la memorable cruzada por la recuperación de las tierras de los resguardos indígenas, una guerra santa contra los blancos usurpadores de sus tierras, entre 1920 y 1940 en los departamentos del Cauca, Huila y Tolima.
Quintín Lame encuentra apoyo legal en la Ley 89 de 1890, y hace de ella su principal bandera de lucha. Vendrían los tiempos brutales de la cárcel, las torturas y la incesante persecución, fueron más de treinta años en los que hizo gala de una inmensa sagacidad para hacer frente a las fuerzas del gobierno, apoyadas por los latifundistas, escapándose hábilmente para proyectar su movimiento a otras regiones, el triunfo siempre le fue esquivo, debido a su singular concepción que le dio a su lucha: rechazó el capitalismo que calificó de blanco y, al propio tiempo, alejó de su mente toda otra solución, llegando a romper abruptamente con los líderes marxistas cuando estos lo invitaron a unírseles en el Tolima, porque consideró vital la libertad y la religiosidad, con las limitaciones que les exige la convivencia humana y la esencia del pensamiento, precisa su biógrafo Diego Castrillón Arboleda.
En los años cincuenta, con el advenimiento de la violencia partidista, es cuando se revela claramente la gran debilidad del movimiento de Quintín Lame: la motivación y la movilización campesino-indígena que había sido muy amplia, no estuvo acompañada de una organización eficaz, capaz de hacer frente a la represión. Y Quintín Lame, en contradicción de su propio ser ideológico, terminó siendo un abanderado de las ideas del conservatismo.
Compromiso con la realidad En su decadencia, su historia ya no es la historia del guerrero, del hombre de los enfrentamientos con latifundistas y policías, del hombre cientos de veces encarcelado, golpeado. El brillo de su leyenda se fue desfigurando en tenues grises que desbordaron cualquier orilla. Entonces Quintín Lame escribe largos memoriales que nadie responde.
Quintín Lame había envejecido al igual que encorvado su sombra; las antiguas fuerzas y fortaleza quedaron en el ocaso y el destierro como recuerdo de su débil cuerpo, que ahora necesitaba de un bordón para levantarse y caminar. El parecía una anciana con larga cabellera blanca, desdentado, ensimismado cuando se perdía en la infinidad de miradas en las calles de Ortega (Tolima).
El gran mérito de Quintín Lame consistió en su compromiso total con la realidad indígena colombiana; en haber comprendido a profundidad la historia de su raza; el haber intentado formular como principios esa profunda experiencia espiritual y cultural, en un reencuentro consigo mismo y con los suyos. Quintín Lame fue un auténtico intelectual, formado en las entrañas de lo profundo popular, y un hombre curtido en sus luchas.
Quintín Lame, junto a José Gonzalo Sánchez y Eutiquio Timoté, encarna una gesta y un anhelo que debe ser conocido por todos aquellos que se interesen en la verdadera y oculta historia de Colombia en este siglo.
Arturo Alape ha tratado el tema en algunas de sus obras y específicamente en su reciente Mirando el final del alba.
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